
Fundación de la UFM (III): construcción, identidad y legado
Una vez aprobados los estatutos y el funcionamiento de la universidad, el patronato se convirtió en el Comité de Fiduciarios. La responsabilidad del comité es vigilar que se cumpla el objetivo por el cual fue creada la UFM y velar por la solvencia económica. Entre los aproximadamente cincuenta miembros que lo conforman, se elige a seis miembros para que formen parte del Consejo Directivo, máxima autoridad ante la ley. El primer presidente del Comité de Fiduciarios fue Julio Lowenthal (1972-1973). El primer Consejo Directivo estuvo conformado por Luis Beltranena V., Luis Canella, Antonio Carrera, Enrique Murillo, Roberto Ríos y Leonel Samayoa. Este consejo designó a Muso como rector, a Rigoberto Juárez-Paz como vicerrector y a Roberto Sánchez como secretario.
El nombre de la universidad surgió de una visita de Muso y Rigoberto Juárez-Paz a la Escuela de Santo Tomás, en Antigua Guatemala, por invitación de la Sociedad de Filósofos. Tenían allí el busto de Francisco Marroquín, primer obispo de Guatemala, y al interesarse por ello, Rigoberto Juárez-Paz instruyó a Muso sobre la historia del purpurado. Teniendo en cuenta que había sido un hombre bueno y, segundo, liberal en el mejor sentido de la palabra, decidieron ponerle a la universidad su nombre en honor del mismo.
Muso tuvo oportunidad de platicar con el obispo jesuita monseñor Martínez de Lejarza sobre si no era impropio adoptar el escudo del obispo Marroquín, y monseñor Lejarza le explicó que, sin duda, el obispo se hubiera sentido muy honrado por ello, dado su interés por la educación superior, pero que, si se adoptaría su escudo, habría que quitarle al mismo las borlas propias del obispado. Fue así como se le pidió al señor Campins que diseñara un escudo con los colores originales y escribiera una explicación heráldica del mismo. Lo mismo se solicitó a Edgar Aparicio, agregando el lema «Verdad, Libertad y Justicia».
La UFM inició sus primeras clases el 15 de enero de 1972. Manuel F. Ayau Cordón, como primer rector de la universidad, pronunció las palabras apropiadas en la lección inaugural.
La UFM inició sus clases con las carreras de Derecho, Economía y Teología. En las disciplinas humanistas, Rigoberto Juárez-Paz conocía a los profesores idóneos, como Salvador Aguado y Jesús Amurrio. Sin embargo, un reto importante fue encontrar profesores que pudieran enseñar los principios económicos del libre mercado. En ese momento, no existían libros escritos en el orden y en la forma que se deseaba.
Antes de que comenzaran las clases, la UFM envió a Ricardo Alvarado a la escuela de posgrado de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), a estudiar bajo la tutela de profesores como Armen Alchian y Clayburn LaForce, pero tuvo que regresar antes de tiempo por la urgencia de profesores. Fernando Linares B., exgerente del CEES, fue enviado a UCLA. A su regreso, en 1974, se le nombró decano de la Facultad de Ciencias Económicas.
A finales de 1972, el padre Ángel Roncero trajo a Joseph E. Keckeissen, que había estudiado seis años en el seminario de Ludwig von Mises, en la Universidad de Nueva York. Decidió quedarse y fue un incansable profesor, con capacidad para impartir cualquier clase de economía a cualquier nivel. Su ejemplo fue inspiración para muchos.
Se contrató a profesores en el extranjero, entre ellos el más destacado y estimulante fue Alberto Benegas Lynch (h), de Argentina, que permaneció en la UFM durante tres años. La sugerencia de traerlo fue de Joaquín Reig, que, con motivo de asistir a la reunión regional de la Mont Pelerin Society, visitó Guatemala en septiembre de 1972. Su apoyo fue importante, ya que asignó una donación de $1000 mensuales para ayudar a traerlo.
La primera sede de la UFM estuvo ubicada en una casa de la 6ª Avenida 0-28, zona 10, frente al Campo de Marte. Años más tarde, Adolfo Lau, primer decano de la Facultad de Arquitectura, diseñó la bandera con un campo rojo y un campo blanco oblicuos, y con el escudo de la universidad en la esquina superior izquierda. Rigoberto Juárez-Paz fue el encargado de escribir el himno. La música estuvo a cargo del maestro Jorge A. Sarmientos y el arreglo orquestal del maestro Ricardo del Carmen.
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