Abramos las fronteras (I): los argumentos morales

Por Eduardo Blasco

Las fronteras de todos los países del mundo deberían estar abiertas, como lo han estado a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad. Permitir la inmigración es justo y beneficioso. La defensa de las fronteras abiertas puede parecer una postura radical, pero es más sensata de lo que puede parecer a simple vista, si se está dispuesto a escuchar las diversas justificaciones de esta. De hecho, que las fronteras deberían estar abiertas es la conclusión lógica a la que llegan las principales filosofías políticas. Por consiguiente, que sistemas éticos tan opuestos entre sí como el igualitarismo, el libertarismo o el utilitarismo coincidan en la misma conclusión significa, como mínimo, que tal postura merece ser tomada en consideración. En primer lugar, estimo los argumentos a favor de las fronteras abiertas desde diferentes éticas, basándome en los argumentos presentados por Bryan Caplan en Open Borders, profundizando más en alguno de ellos y añadiendo alguna justificación adicional. En segundo lugar, contesto a las críticas utilitaristas contra las fronteras abiertas.

Argumentos a favor de las fronteras abiertas

Argumento libertario

El libertarismo es la filosofía que defiende que todo inicio de violencia sin consentimiento hacia terceros es ilegítimo y que, por tanto, todas las relaciones interpersonales deberían ser voluntarias. Para el libertarismo, la manera de resolver conflictos interpersonales que surgen por la rivalidad de los recursos se concreta en los derechos de propiedad. El derecho de propiedad original es el derecho de propiedad sobre el cuerpo de uno, o derecho de autopropiedad: nadie puede decidir, excepto yo, qué hacer con mi cuerpo. Dado que toda persona tiene derecho a su cuerpo por ser de su propiedad y toda persona puede usar su propiedad como desee, siempre que no inicie agresión sobre la propiedad de terceros, toda persona debería poder moverse libremente, siempre que su movimiento no implique la agresión sobre la propiedad ajena. Si fulano quiere mudarse a otra ciudad, porque mengano desea contratarlo y zutano quiere alquilarle una casa, los agentes estatales no deberían poder impedírselo. Cuando los agentes estatales impiden que fulanito se desplace pacíficamente, están agrediéndolo, violando así el principio de no agresión, lo cual no tienen ningún derecho a hacer. En este caso, el Estado está haciendo algo similar a matar a fulanito. Para entender qué, sirve la analogía de «Starving Marvin», de Michael Huemer. Un resumen de la misma es el siguiente:

Fulano está literalmente muriéndose de hambre. Se dirige al mercado, donde va a trabajar para ganar dinero y comprar comida, pero perengano se lo impide a la fuerza. Como consecuencia, fulano muere. En este caso, perengano lo habrá matado o habrá hecho algo muy similar a ello. Esto es lo que suelen hacer los gobiernos.

En su artículo «Aliens and Citizens: The Case for Open Borders», Joseph Carens desarrolla un principio de Robert Nozick: el Estado no tiene derecho a hacer nada que los individuos que lo componen no tendrían derecho a hacer en el estado de naturaleza. Según esta lógica, como los individuos sí que tienen derecho a realizar intercambios voluntarios con otros individuos, pero no tienen derecho a impedir a terceros que los lleven a cabo, siempre que no violen sus derechos, el Estado no tiene derecho a impedir intercambios voluntarios, mientras que no violen derechos de terceros.

Algunos libertarios, como Hans-Hermann Hoppe, defienden que el Estado puede controlar la inmigración, porque canaliza la voluntad de los contribuyentes, quienes han pagado por las carreteras y bienes públicos que los inmigrantes deben utilizar para entrar al país. Existen varios problemas con este argumento. Primero, implicaría que debemos aceptar todo lo que haga el Gobierno, porque lo hace como representante de los contribuyentes, los propietarios de los recursos que utiliza y, por tanto, de manera legítima. Pero el Gobierno actúa en función de su propio beneficio, no en el de sus contribuyentes, y la representación real no existe, salvo de manera privada.

Segundo, tampoco haría falta privatizar nada, pues a efectos prácticos todo estaría controlado por la voluntad de los contribuyentes, como si fuera un bien comunal. Tercero, esto supone legitimar la coacción por parte de los agentes estatales fronterizos, quienes podrían inspeccionar y requisar la propiedad de los inmigrantes e impedirles la entrada, mediante el uso de la fuerza. Este argumento es muy poco libertario por parte de Hoppe, porque entonces no debería poner ninguna objeción frente a cualquier cosa que hace el Estado. Parece, más bien, una justificación ad hoc para el cierre de las fronteras, que no haría sobre cualquier otro campo de actuación del Estado.

Es importante matizar que solo tiene sentido hablar de fronteras abiertas cuando hablamos de Estados y de sus políticas. Si viviéramos en una sociedad anárquica, no habría sitios públicos a los que poder acceder, sino que todo sería de alguien, aunque fuese de propiedad comunal. En una sociedad anárquica, lo que habría sería libre movimiento de personas, pero no por un derecho como tal al libre movimiento, sino por tu derecho a la propiedad privada; el que se desplaza sobre su cuerpo y sobre los recursos que utiliza para desplazarse, y del que acepta que te desplaces sobre su propiedad.

Argumento igualitarista

Para la ética igualitaria, el objetivo es conseguir la igualdad entre los individuos, siendo esta un ideal o una obligación moral. Según esta filosofía política, la soberanía de los Estados debería estar moralmente limitada por el primer principio de justicia rawlsiano: los individuos de una sociedad deben disfrutar de una igualdad de derechos y libertades. Por lo tanto, personas racionales, libres e iguales, sin saber en qué Estado nacerán ni cómo ello podría afectar su plan de vida, no necesariamente por razones económicas —es decir, incluso si las desigualdades económicas entre los Estados se redujeran mediante una aplicación global del segundo principio (permitir ciertas desigualdades siempre que beneficien a los más desfavorecidos)—, estarían de acuerdo con tener el mismo derecho a emigrar a través de las fronteras estatales. Como dice Joseph Carens en su artículo «Aliens and Citizens: The Case for Open Borders», «incluso en un mundo ideal, la gente podría tener poderosas razones para querer emigrar de un Estado a otro. Las oportunidades económicas de determinadas personas podrían variar enormemente de un Estado a otro, incluso si las desigualdades económicas entre los Estados se redujeran gracias a un principio de diferencia internacional». Además, una política de fronteras abiertas igualaría las oportunidades entre, literalmente, toda la humanidad. Un motivo más por lo que debería ser apoyada entre los igualitarios. El problema con las políticas migratorias actuales es que, precisamente, funcionan: mantienen a las personas encerradas en economías donde su productividad es significativamente menor que aquellas donde se pudieran mover. Esto supone que gran parte de la población mundial nunca llega siquiera a tener la oportunidad de desarrollar su potencial humano.

Otros argumentos morales o culturales

· Argumento meritocrático. Si el objetivo del empleador es contratar a la mejor persona para un puesto, debería favorecer una política de fronteras abiertas. De lo contario, solo podría contratar al mejor candidato.

· Argumento cristiano. Desde una perspectiva cristiana, debes ser un buen samaritano y seguir el principio expresado en Mt 7,12: hacer a los demás lo que quieras que se te haga a ti.

· Argumento kantiano. Es moralmente indefensible prohibir a alguien entrar solo por haber cometido el crimen de nacer en el país equivocado.

· Argumento político. Pueden esgrimirse desde la derecha, diciendo que a los conservadores les interesa en tanto que busquen defender el libre mercado; o desde la izquierda, si los progresistas se preocupan por la pobreza; la igualdad de oportunidades y los miles de millones de personas que sufren una especie de apartheid migratorio al verse forzadas a permanecer en economías de baja productividad.

· Argumento histórico. Tenemos casos de éxito de cuando los países gozaban de fronteras abiertas, como el caso de EE. UU. También destacan los casos de inmigración interna en India y China, y el gran número de personas a las que esta ha rescatado de la pobreza, que no es muy distinto de pensar que sería como una inmigración de Honduras a Estados Unidos.

· Argumento islamófobico. Según un estudio del Pew Research Center sobre cambios de creencia, en EE. UU. el 77 % de las personas criadas como musulmanas siguen siéndolo cuando son adultos. Es uno de los porcentajes más altos de retención, pero que el 23 % deje de serlo significa que el islam en países desarrollados —o al menos en EE. UU.— pierde una cuarta parte de sus integrantes por generación. Lo que significa que menos de la mitad de los descendientes de musulmanes seguirían siendo musulmanes después de tres generaciones. Podríamos pensar que este efecto se ve contrarrestado por las conversiones al islam, pero los números no parecen demostrar eso.